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miércoles, 7 de marzo de 2012
CEB: La estética herida. Un alegato en contra del “relativismo cultural”.
Por Xerardo Torrado Agulla
xerardotorrado@yahoo.com
La relativización como desaparición de la estética.
Propongo
una reflexión, una reflexión sobre nuestro modelo
“cultural-intelectual”, un modelo que viene determinado por la
promoción consciente de la “cultura de masas” con un creciente
déficit de educación estética. Una vez que la cultura se convierte
en mercancía, deja de ser cultura: se vende mejor una mala novela que
una buena edición de Tolstói. Al convertirse el objeto cultural en
mercancía, el factor “calidad” es diluido ante el de
“rentabilidad”, que coge el mayor de los pesos.
Se
usa igualmente de la idea de la relativización en donde todo vale... Todo es cuestión de gustos... Todo relativismo es siempre, de una
forma u otra, una conducta suicida. De esta forma se puede equiparar
la obra de Mozart con la de algún autor actual emitiendo alaridos
ante un micrófono.
Durante
el siglo XIX y parte del XX fue la burguesía europea, en gran parte,
la que mantenía una “cultura fáustica”, pero la sociedad
capitalista hizo que se prostituyera a la clase social que la
mantuviera imponiéndose una nueva sociedad, esta vez no propia de la
burguesía, sino con una aspiración interclasista: la “sociedad
de masas”.
La
cultura siempre lleva pareja las manifestaciones artísticas,
reflexión esta que me llena de pena sino de amargura, ya que la
destrucción efectiva de la cultura supuso igualmente el fin de las
artes. Pero... ¿Qué arte era ya posible una vez asesinada la
estética?. Considero elocuentes unas citas de Oswald Spengler
relativas a su tiempo, y recordemos que su obra La decadencia de
Occidente es escrita en los momentos inmediatamente previos y
posteriores a la I Guerra Mundial. Oswald Spengler creía que el
arte y los artistas habían descendido de nivel en su “dignidad interna”. Cito: “En cualquier asamblea general de accionistas o entre los
ingenieros de una fábrica cualquiera, hallaremos más inteligencia,
más gusto, más carácter y actitud que en toda la pintura y la
música de la Europa actual”1.
Incluso sigue afirmando pocas líneas más abajo: “Si cerraran
hoy todos los institutos de arte, el verdadero arte no sufriría por
ello en lo más mínimo”2.
El arte, como parte de la cultura, se convirtió a día de hoy en un
producto mercantil más, con una “crítica especializada” que
durante su “formación” fue alienada y sus órganos sensitivos
templados para poder contemplar, e incluso admirar, tanta “tomadura
de pelo”. “Artistas” cuya presencia en la sociedad no
trabaja en bien de esta, sino en bien de la “capitalización” de
un mercado cuyo funcionamiento es idéntico al que vende jabones o
pañales, sólo que los que venden estos últimos no pretenden
engañar a nadie. Hoy la música, la plástica, la pintura, la
arquitectura... Todas ellas no están sumidas en un proceso de
decadencia, ya que esto implica una evolución natural a todos los
estilos y épocas. No. Lo que se produce es un embuste sin parangón
en la crítica artística y una “prostitución” de la idea de
“arte”, que creó un camino sin retorno al contrario que las fases
de decadencia que se sucedieron a lo largo del transcurrir de la
Civilización.
Si
el “arte” está muerto, su asesino es el “Capital” y su
cómplice una “crítica profesionalizada” sin norte estético
alguno, sólo económico... ¿A dónde han ido la estética y el sentido
faústico?3 El Capital lo devoró todo, nada queda de ello.
La sociedad capitalista y los falsos agentes como marco de la muerte de la estética.
Hay
un “capitalismo sociológico”, creado de forma consciente por el
Capital pero asimilado de forma inconsciente por las masas. Es la
destrucción del individuo en favor del “hombre-masa” y comporta
toda una serie de comportamientos, dogmas y rebuscadas formas de
violencia simbólica, y a veces real, para ser aplicadas sobre todo
tipo de disidencia y sano pensamiento crítico. Kierkegaard distingue
una antigüedad caracterizada por la dignidad personal y un tiempo
contemporáneo en donde lo propio es la nivelación, la pérdida de
toda individualidad y el mezquino conformismo en un proceso que no
tiene vuelta atrás al no ser un proceso individual, sino abstracto,
de un amplio espectro como podemos observar con un somero análisis
de nuestra sociedad actual. Recordemos que Kierkegaard escribe en el
año 1846.
Marcuse
señalaba la necesidad de una élite que salvaguardara la cultura
para un real progreso social. ¿Es esto posible? ... Por
el bien de la Civilización y de la CULTURA con mayúsculas, espero
que lo sea. ¿Dónde están esas élites? Se creó el concepto de una
falsa élite conocida con el nombre de “intelectuales”, de los
cuales ya sabemos normalmente qué es lo que van a opinar antes de
que pronuncien o escriban una sola palabra. Hay “intelectuales” de varios colores dentro del limitado espectro que permite
el “capitalismo sociológico”, pero todos desean buscar un lugar
preferente en la opinión pública. Yo los asimilo con los
“cultifilisteos” (Bildungsphilister)
denunciados por Nietzsche4,
y con ello estoy siendo muy generoso.
El rescate de la estética como recuperación de la Cultura.
Mi
llamada es a la salvaguarda de esta CULTURA ante los valores
relativistas y de sus agentes en nuestra sociedad. Fácil sería
tacharme de reaccionario, “romántico rezagado”, poso
decimonónico... Pero lo que busco es la recuperación del placer
estético. El paso de las civilizaciones, de los estilos artísticos,
no supuso nunca la ruptura de la estética; se movía dentro de ella
y, aunque parezca una sandez, lo cierto es que el concepto estético de
los griegos de tiempos de Pericles y el de un vienés de tiempos de
Mahler, dentro de la disimilitud, guardaba unas relaciones que en el sentido global de la estética no eran tan distintas. Hoy
desapareció este sentido estético. Una víctima más de la sociedad
capitalista, al igual que el sentido trágico... Pero esto último
puede ser motivo para otro escrito.
____________
1
Cit. in SPENGLER, O.: La
decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la Historia
Universal,
I, 4, n.19, en mi edición p.418, utilizo la edición preparada por
Manuel G. Morente para Austral, Madrid, 2006.
3
Sobre el “sentido faústico”, sólo puedo recomendar la lectura
de la citada obra de Oswald Splengler, La
decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la Historia
Universal.
Obra que en mi caso supuso un valioso revulsivo.
4
Lo
hace en la primera de sus consideraciones intempestivas, escrita en
1873: David
Strauss, der Bekenner un der Schriftsteller.
Recomiendo la edición
preparada por Andrés Sánchez Pascual, NIETZSCHE, F.: Primera
consideración intempestiva. David Strauss, el confesor y el
escritor,
Alianza, Madrid, 2009.