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miércoles, 31 de julio de 2013

 Autor: Amadeus von Alte Brücke.
 BLP: Mediocridades y miserias de la Universidad española.









Si con algo puede compararse la Universidad española es con una enredadera. Hace ya un siglo que Santiago Ramón y Cajal escribió su conocido manifiesto sobre los males de la Universidad española: la endogamia y el clientelismo. Debemos asegurar, con profundo dolor, que tanto una como el otro siguen asentados como en los días de Don Santiago, reconocido investigador que en ningún momento de su carrera hizo uso de las relaciones clientelares para su beneficio: un investigador hecho a sí mismo. ¿De cuantos investigadores podemos decir hoy esto mismo?. No quiero ser pesimista y decir que no existe ninguno, pero sí debo admitir, y ustedes conmigo, que la mayoría son producto de esas clientelas de despacho y que los que pretenden seguir una carrera de investigador apartados de estos círculos de poder y mediocridad ni siquiera son considerados “investigadores”.
    Toda esta enredadera, que se retroalimenta y se reproduce promoción tras promoción, empezaría con un gesto sencillo: el profesor o profesora se fija en un alumno o alumna. Pero también debo decir que en muchos casos es el alumno quien busca esa cercanía con el profesor al considerarse diferente a sus compañeros: él es un investigador, el resto son carne de cañón de ocupar insulsos puestos de funcionariado como máxima aspiración.

   Desde el primer curso en la Facultad está claro quién va acabar en el Departamento. Si yo en su momento hubiese hecho una quiniela, les aseguro que me ganaría la fama de ser la pitonisa de Delfos, sólo que con veredictos bastante más claros. No es necesario dote adivinatoria alguna, sino simplemente una visión crítica.

     Pero los profesores deben hacer algo para que sus pupilos destaquen entre la “chusma” que les rodea y para ello hay varios métodos que benefician tanto a estos “alumnos fetén” como perjudican al resto de estudiantes, encontrándome yo en la masa de los perjudicados ante un limitado número de “compañeros” destinados al más grande de los designios académicos: vegetar en un Departamento. El principal resorte durante la carrera es la concesión de las Matrículas de Honor, las cuales están limitadas según el número de alumnos y misteriosamente se conceden siguiendo unos baremos que pocos entienden. Suelen decirnos a los que sacamos un diez pero no llegamos a la Matrícula: “No hemos podido concedértela por culpa del programa informático”. Yo digo que esto es realmente falso, no es un programa informático el que te deja sin Matrícula, sino las relaciones clientelares. Esta máxima calificación está “apalabrada” y es en las reuniones de Departamento previas a la publicación de las actas cuando cada padrino intenta que sus protegidos copen esta distinción. Otro resorte es el secretismo. Yo por ejemplo ignoraba la existencia de las “becas de colaboración”, como igualmente ignoraba la posibilidad de excavar en ciertos yacimientos de renombre. Esta información pasaba de las mesas de los despachos a las manos de los apadrinados de forma directa: nunca llegaba a colgarse en el tablón de anuncios, donde sí, curiosamente, se acumulaban folletos de congresos celebrados hacía años.

    Así, el alumno apadrinado, con un expediente 'a medida', se acerca al momento estelar de su licenciatura, pero aún es necesario dar un último paso en el proceso del “lavado de méritos”. ¿Que qué esto?... Pues algo muy parecido a lo que se hace con el dinero cuando procede de actividades nada limpias. Digamos que uno no puede decir “Este dinero me lo gané traficando con estupefacientes”, como tampoco puede decir “Mi único mérito es que me hice amigo de tal profesor o profesora”. Es necesario, pues, un último paso. Además del consabido mundillo de artículos de perogrullo teniendo al padrino como co-autor y siendo publicados en la revista propia del Departamento, hay otro medio igualmente consabido y usado a conciencia a efectos de la deseada “limpieza de méritos”. Este medio no es otro que la realización de algún congreso, donde los alumnos que se quieren beneficiar cuentan con todo el apoyo y en la mayoría de los casos su presencia en la organización es nominal. Para que nadie proteste, el congreso en cuestión se trataría de una primera edición, así no chocaría con congresos precedentes y, por otra parte, al ser el “primero” contaría con una mayor expectación. No es necesario que diga que sería un absurdo aguardar por la celebración de una segunda edición: nunca llegaría. Al ser coordinadores del congreso, sus nombres aparecerán en las actas una vez publicados, actas con forma de libro; es decir, por obra de magia ya tenemos un primer libro para aupados estudiantes. A continuación, vendrían nuevos escalones por parte del apadrinado. En primer lugar, y mientras hace un Máster o los cursos de doctorado, “estaría bien” conseguir alguna publicación, y tras los artículos como co-autor con sus padrinos, llega la hora de que hagan su primer artículo en solitario. Empiezan por algún “Estado de la cuestión”, luego se atreven con una revisión desde una perspectiva presuntuosamente novedosa, pero en general en estos artículos nunca aportan nada nuevo.

     Se aprecia mucho la desfachatez de que un único trabajo sea el comodín para vivir el resto de sus días como investigador. La misma “investigación” le vale como trabajo de Máster, como tesina y como tesis mientras la va pergeñando. ¿Que le piden un artículo? No pasa nada, coge un apartado de esa única investigación y lo reconvierte en artículo. ¿Una comunicación para un congreso? Pues otro tanto de lo mismo. Además, en todo momento tendrá una buena “carta de presentación”: el ser apadrinado de tal profesor o profesora.

  Tampoco debemos confundir, “fuga de cerebros” con “turismo curricular”. Me explico. En la fuga de cerebros se van los investigadores por falta de apoyo o medios en su país de origen. En el “turismo curricular” se van los “investigadores” -aquí entre aspas- una temporada a una Universidad extranjera con recomendación directa del padrino. A diferencia de lo que ocurre con los primeros, un puesto en el Departamento de su Universidad de origen le espera como Penélope a Odiseo: cuando se aburra regresa con un curriculum inflado por sus estancias en el extranjero y se apoltrona en el lugar destinado para él desde primer curso de carrera.

    ¿Qué futuro le espera al avance del conocimiento ante una Universidad que se rige por estas prácticas? Realmente penoso. Auténticos investigadores en potencia ni tan siquiera llegan a acabar la carrera, otros aunque la acaban se desesperan ante la imposibilidad de que la misma Universidad que le formó le reconozca el estatus de investigador, y otros, los menos, llegan a cumplir sus sueños de investigador.
     A veces, la designación del personal investigador de los Departamentos está tan cimentada en las relaciones clientelares que acaba dentro gente cuyo currículo parecía casi imposible de maquillar. Pero sus padrinos no se avergüenzan en absoluto en seguir promoviendo a sus pupilos.

    Todo esto, desde el primer al último ejemplo, lo sufrí yo en mis propias carnes. Por lo cual, y una vez escrito todo esto, debo exculpar al ministro Wert de la depauperación de la Universidad pública de la cual se le acusa. La Universidad española ya era una pozo de clientelas y mezquindad antes de Wert. Y la culpa no la tiene el ministro, a pesar de pertenecer a un ejecutivo que pasará a la historia más negra de España por cargarse todos los servicios públicos. La culpa la tienen esos mismos profesores y profesoras que se rasgan las vestiduras por las medidas del ministro. Ponen en las puertas de sus despachos pegatinas de “Nunca Máis”, “No a la Guerra”, banderitas republicanas y cosas por el estilo para “demostrar” que son de “izquierdas”. Pero, detrás de esas mismas puertas, cometen todo tipo de injusticias y cacicadas. Y es que, a la luz de lo anteriormente dicho, no es la Universidad la que está corrompida, son sus Departamentos los que lo están. Si de algo podemos acusar a la Universidad es de dejar demasiadas cosas en sus manos.


 Por Amadeus von Alte Brücke.

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