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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Autor: Amadeus von Alte Brücke.
CEB: Universidad de tramoya.











Hay una película que conservo entre mis favoritas, El golpe, interpretada de forma más que magistral por dos soberbios Paul Newman y Robert Redford en el papel de los timadores Henry Shaw Gondorff y Johnny Kelly Hooker respectivamente. Cada vez que veo este filme me río, y siempre en las mismas escenas. Sin duda la mejor es esa en la que Hooker acude a Gondorff para que le enseñe a timar “a lo grande” mientras este último está sumergido en la bañera. Hooker podría aprender mucho de ciertos personajes que copan los titulares de prensa. Pero hoy no vengo a escribir sobre estos conocidos timadores, ni de los timadores de la gran pantalla, Hooker y Gondorff, los únicos que me hacen gracia, aunque sí quisiera utilizar esta gran película como metáfora de una realidad. Los timadores sobre los cuales hoy escribo son anónimos, aunque no por ello dejen de ser amorales. No salen en los periódicos ya que su estafa forma parte del día a día y está ingerida de forma tan inconsciente en la sociedad que pasa desapercibida: me refiero a la estafa universitaria.
   Como seguro saben, la víctima de Hooker y Gondorff, coordinando a todo un equipo de timadores, es el mafioso Doyle Lonnegan, interpretado por Robert Shaw, al cual le hacen creer que tienen información de primera mano sobre las carreras de caballos antes de que esta llegue a una agencia de apuestas que es puro montaje y parte del timo: es una agencia de cartón piedra. Si el mafioso Doyle Lonnegan patease un muro de tal agencia, se daría cuenta de que era un montaje de tramoyista, y empiezo a pensar que lo mismo pasaría si yo diese una patada a los muros de piedra de la Facultad -voy a usar la mayúscula- en la cual estudié en su momento en Santiago. Ahora soy consciente de que, al igual que Doyle Lonnegan, fui estafado: él pensaba que acudía a una agencia de apuestas y yo creía que asistía a una Universidad -igualmente voy a seguir usando la mayúscula-. Los títulos que me han dado no tienen validez dentro de la propia Universidad que supuestamente me formó, como me dijo una funcionaria tras hacer los cursos de doctorado: yo “no era investigador”.
   Ahora conozco la realidad, ahora comprendo que fui estafado: lo que se hacía pasar por Universidad era un chiringuito de tramoyista montado para sacarme el dinero en matrículas y tasas, a mí y a la mayoría de mis compañeros. El silogismo con la supuesta agencia de apuestas montada por Hooker y Gondorff es evidente. Por otra parte, había que dar prebendas y honores a seis -los tengo contados- y en este juego yo y mis compañeros -descontando a los mencionados seis- éramos, además de los estafados, vulgares figurantes para dar apariencia de “Universidad” a tal chiringuito, pero al contrario que los compinches de Hooker y Gondorff, no lo sabíamos. Ahora me encuentro sin el dinero que gasté en tal formación, con unos títulos que no valen ni el papel en el cual fueron impresos y teniendo que usar pseudónimo en escritos como el presente para evitarme serios problemas.
   Por lo menos, cuando Doyle Lonnegan se da cuenta que fue vilmente estafado, no tiene que ver un día tras otro como la supuesta agencia de apuestas sigue estafando a otra gente: los timadores levantan el campamento y se van con la pasta a toda prisa temiendo represalias de la mafia y fin de la comedia. Pero, contrariamente a Doyle Lonnegan, soy yo el que tiene que temer represalias, y ver todos los días como ese chiringuito de tramoyista sigue estafando a la gente, y los ganchos de tal timo siguen copando honores y prebendas, ganchos que durante la estafa se hicieron pasar por compañeros de promoción, como aquellos que correteaban por la agencia de apuestas codo con codo con Doyle Lonnegan para luego escapar con su dinero. Lo peor de todo es, amigos míos, saber que yo con mi ilusionada presencia formé parte de esa tramoya y que como estudiante de una pseudouniversidad le aporté una apariencia de lo que no era en realidad, una Universidad.

   Por último, no puedo sino recomendar que vean tal película, si no la la han visto ya. Es una joya y cuenta con papeles excelentemente representados por Paul Newman, Robert Redford y Robert Shaw entre otros, además de una inolvidable banda sonora.


 Por Amadeus von Alte Brücke.

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